Hoy no hemos
tenido lecciones de inglés en la academia, porque clase tenemos
todos y mucha... Hoy hemos ido de excursión a unos de los
acantilados más altos de Europa, los acantilados de Moher, que en
Gaélico Irlandés significa caída... bueno eso y seguro que
espachurramiento: en sus dos puntos más altos tienen 230 y 210
metros de caída vertical, o eso es lo que nos dijo el
guía-conductor-animador-etc. de nuestro bus, Desmond Morris, un
abuelete (¿a qué edad se jubilarán aquí en Irlanda? Ver video y
oir canción) que con reflejos de lince nos llevó por las tortuosas
carreteras de uno de los paisaje calizos más impresionantes del
mundo, the Burren. La primera parada, la abadía de Corcomoroe,
abandonada por los monjes debido a las constantes luchas en la zona
de los distintos clanes por la adquisición de más tierras (la
avaricia constante del ser humano...).
No íbamos solos en el
autobús, se subieron unos chicos y chicas españoles que iban a
hacer la misma ruta que nosotros. Por cuatro días más que nosotros,
la empresa que los traía les iba a cobrar, 2000 euros, ¡por dos
semanas! Y no iban a estar en familias ni nada sino entre ellos...
¿Qué van a aprender los pobres viviendo con otros españoles? No
nos incumbe pero nos reafirma en lo que estamos haciendo.
La siguiente parada, en lo alto de The
Burren, fue el dolmen de Poulnabrone, de unos 5000 años de
antigüedad, una tumba de la época neolítica. El plato fuerte eran
los acantilados de Moher, donde el rey es el vértigo y el viento
(ríete tú de Tarifa...). Todos nos hemos quedado sin palabras.
Cuando la belleza es tal que no se puede ni recurrir a las imágenes
de la cámara, sólo puede uno reconocer que el ser humano es
limitado y que hasta algo tan complejo como el lenguaje y las
palabras se diluyen el viento que sopla desde el Atlántico.
No menos espectaculares los acantilados
que ven cómo el Atlántico se une con la Bahía de Galway.
Y el postre, el castillo más
fotografiado de Irlanda, el castillo de Dunguaire, precioso al lado
del mar de la bahía de Galway, a las afueras de una localidad llena
de veleros y ostras (10 euros la docena, que pregunté por
curiosidad...) Kinvarra.
En el regreso hacia las 6 de la tarde,
nos recibió Galway con un chaparrón. Hoy llegaban a esta ciudad los
yates de la competición de vela más importante del mundo, la Volvo
Ocean Race, un espectáculo que trae a esta ciudad más de 60000
personas diarias. Intentaremos acercarnos un día de la próxima
semana al evento y ver los yates...
Por lo demás, sin noticias dignas de
interés después de la lluvia y el frío de hoy, todos llegamos muy
cansados, y mañana tenemos un paseo en barco hasta las islas de Arán
y allí un poco de bici y más fortificaciones de épocas pasadas, y
más acantilados y el Atlántico...
Esperamos encontrarnos todos en forma
mañana. Estamos casi a la mitad de nuestra estancia aquí y ya va
haciendo mella el cansancio. Los pequeños problemas parecen montañas
insalvables y los consejos de los profes se vuelven imprescindibles.
Menos mal que grandes y chicos, alumnos y profes nos reímos lo que
podemos...
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