domingo, 1 de julio de 2012

ACANTILADOS DE MOHER

Hoy no hemos tenido lecciones de inglés en la academia, porque clase tenemos todos y mucha... Hoy hemos ido de excursión a unos de los acantilados más altos de Europa, los acantilados de Moher, que en Gaélico Irlandés significa caída... bueno eso y seguro que espachurramiento: en sus dos puntos más altos tienen 230 y 210 metros de caída vertical, o eso es lo que nos dijo el guía-conductor-animador-etc. de nuestro bus, Desmond Morris, un abuelete (¿a qué edad se jubilarán aquí en Irlanda? Ver video y oir canción) que con reflejos de lince nos llevó por las tortuosas carreteras de uno de los paisaje calizos más impresionantes del mundo, the Burren. La primera parada, la abadía de Corcomoroe, abandonada por los monjes debido a las constantes luchas en la zona de los distintos clanes por la adquisición de más tierras (la avaricia constante del ser humano...). 
No íbamos solos en el autobús, se subieron unos chicos y chicas españoles que iban a hacer la misma ruta que nosotros. Por cuatro días más que nosotros, la empresa que los traía les iba a cobrar, 2000 euros, ¡por dos semanas! Y no iban a estar en familias ni nada sino entre ellos... ¿Qué van a aprender los pobres viviendo con otros españoles? No nos incumbe pero nos reafirma en lo que estamos haciendo.
La siguiente parada, en lo alto de The Burren, fue el dolmen de Poulnabrone, de unos 5000 años de antigüedad, una tumba de la época neolítica. El plato fuerte eran los acantilados de Moher, donde el rey es el vértigo y el viento (ríete tú de Tarifa...). Todos nos hemos quedado sin palabras. Cuando la belleza es tal que no se puede ni recurrir a las imágenes de la cámara, sólo puede uno reconocer que el ser humano es limitado y que hasta algo tan complejo como el lenguaje y las palabras se diluyen el viento que sopla desde el Atlántico.
No menos espectaculares los acantilados que ven cómo el Atlántico se une con la Bahía de Galway.









Y el postre, el castillo más fotografiado de Irlanda, el castillo de Dunguaire, precioso al lado del mar de la bahía de Galway, a las afueras de una localidad llena de veleros y ostras (10 euros la docena, que pregunté por curiosidad...) Kinvarra.
En el regreso hacia las 6 de la tarde, nos recibió Galway con un chaparrón. Hoy llegaban a esta ciudad los yates de la competición de vela más importante del mundo, la Volvo Ocean Race, un espectáculo que trae a esta ciudad más de 60000 personas diarias. Intentaremos acercarnos un día de la próxima semana al evento y ver los yates...

Por lo demás, sin noticias dignas de interés después de la lluvia y el frío de hoy, todos llegamos muy cansados, y mañana tenemos un paseo en barco hasta las islas de Arán y allí un poco de bici y más fortificaciones de épocas pasadas, y más acantilados y el Atlántico...
Esperamos encontrarnos todos en forma mañana. Estamos casi a la mitad de nuestra estancia aquí y ya va haciendo mella el cansancio. Los pequeños problemas parecen montañas insalvables y los consejos de los profes se vuelven imprescindibles. Menos mal que grandes y chicos, alumnos y profes nos reímos lo que podemos...


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